Menos mal que la RAE es más lista que
nosotros y cuando nos referimos al término que pone título a este post,
nuestra memoria crea imágenes con ese personaje del famoso libro de Bram
Stoker, suerte que vaya más allá y en su segunda acepción comente lo siguiente:
"Persona codiciosa que abusa o se aprovecha de los demás".
Cual si fuese un vulgar Drácula de tres
al cuarto, de modo análogo a este, estos personajes no te sacan literalmente la
sangre pero si van engullendo poco a poco tu energía vital hasta convertirte en
su ser inútil.
Estas personas suelen tener cierta moral
sobre su víctima en cuestión, el “desangrado” no es una víctima escogida al
azar, es alguien del círculo cercano del vampiro. El vampiro lanza su ataque en
forma de consejo, ciertas veces este consejo va envenenado.
Si la mayoría de estímulos que se
reciben son negativos y envueltos en un halo de pesimismo, en cierta manera el
receptor de estos mensajes se puede acabar creyendo que no es capaz y el miedo
lo deje bloqueado.
Hay que tener claros que hay dos tipos
de vampiros, aquellos que son realmente malas personas y buscan ejercer su
poder sobre el resto, anulando a sus interlocutores que carecen de fuerza
moral, y luego nos encontramos con los vampiros involuntarios que son aquellas
personas envueltas en un halo de conservacionismo donde el miedo a
lo desconocido, al fracaso y a abandonar su zona de confort les hace trasmitir
ese mensaje al resto provocando en ciertos casos anular al receptor de su
negatividad.
No hay que tener miedo al fracaso, por que salga una
cosa mal y el esfuerzo nos trasmita el mensaje de que eso imposible, no quiere
decir que de aquí a un cuarto de hora las circunstancias hayan cambiado.
La conclusión es sencilla, mantente
alejado de los vampiros y sobretodo de sus “consejos”.
Menos ascensor, más escaleras.
Dar las gracias a Rocío Rodríguez por su
colaboración. No sed tontos y proponed algún tema vosotros también. Nos vemos
la próxima semana.