martes, 14 de julio de 2015

DJ URBANO

Quizás para alguno de mis queridos lechones, dada su juventud, mis referencias televisivas sean inexistentes en su memoria, pero en los noventa en ciertas series de televisión era bastante frecuente encontrar a una persona de color negro con un “loro” en el hombro.

La moda es cíclica, y tipos de pantalones que tuvieron su momento álgido hace veinte años, ahora por caprichos del destino vuelven a nuestros días y con más fuerza.

Hoy, no sé si será alguna de las nuevas y absurdas modas que los jóvenes se sacan del bolsillo y que el gen de la imbecilidad expande a ritmos insospechados, pero la cosa es que cada vez es más frecuente encontrarte a personas por la calle y por diferentes medios de trasporte, con la música puesta en el móvil a un volumen suficiente para poder alegrar la triste vida al resto de la población. Claro está, nuestra existencia es monótona e insustancial, y necesitamos cuanto antes que alguien nos alegre el día añadiéndole un poco de B.S.O.

El respeto no se vende en las plazas de abastos desde hace tiempo y, claro, es normal que cada vez la gente carezca más de él. Tal vez yo esté loco, no lo pongo en tela de juicio, pero eso de ir con el móvil a todo volumen por todos lados, yo como gurú no lo veo bien. Y no digo que no escuches música, alma de cántaro, pero hay un invento que sacaron ayer tarde que lo enchufas al móvil, te lo pones en las orejas y escuchas tú solo la música. Es una cosa súper revolucionaria. Porque, por supuesto, los elementos antes mencionados no permiten llevar la música a un nivel bajo. ¿Estamos locos? En ese caso necesitarías acercarte a menos de doscientos metros para oírla.

Algún alma rebelde podría excusarse diciendo que en los bares y tiendas muchas veces hay hilo musical, a lo que yo respondo que qué tendrán que ver los huevos para comer trigo. Hay una diferencia bastante grande entre una cosa y otra. Y ya no solo en el volumen y las formas, sino en el hecho de que yo puedo elegir entrar a un establecimiento u otro, pero no puedo elegir quien vive en mi ciudad. Por eso llamo al civismo.

Yo creo que un poco de civismo de vez en cuando no hace mal, e ir dando tormento con la música a todo meter en el dispositivo móvil no es lo más elegante. Sé que algún lector reticente a mis textos sacará pegas y pondrá escusas pero lo cierto y verdad es que en el fondo de su corazón sabe que tengo razón.
Como conclusión: respeta a los demás y da el tormento justo.








Consejo de la semana:
Malmeter un poco menos. 









 Dar las gracias a Carmen Yanguas por su colaboración y a Marcos López. No sed tontos y proponed algún tema vosotros también.  Nos vemos el próximo martes. 


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