Pese a que a más de uno
se le pase por la cabeza, no, este posteado no es autobiográfico.
Cuando hablamos de los folloneros, rápidamente nuestro cerebro
configura cierta imagen mental, y aunque el grado de aguante para
soportarlos sea sensiblemente diferente, el resultado es básicamente
el mismo.
Si decimos de
etiquetarlos, básicamente podemos hacer dos grupos. El follonero
inconsciente, en que en el fondo lo hace si maldad, básicamente
porque es del gen necio, y el follonero consciente; también llamado
“porculero” o “hijoputa”.
Pero profundicemos más
en este mundo, saquemos las entrañas de ser, para saber como se
llega al desquicio y la desesperación. Para ello simularemos una
serie de escenarios a los cuales el ojo de la sensatez analizará a
cámara lenta.
Debido a la estación en
la que estamos y a mi amor por ella, empezaré hablando de mi tiempo
preferido: la siesta. Pues bien, el follonero de pura cepa no es
propicio ha hacer uso de ella, con lo que ha esas horas del día hay
que darles utilidad de algún modo. Una de sus formas preferidas es
la utilización del teléfono. ¿Acaso hay alguna manera mejor para
que nuestro intestino se retuerza, se nos infle enormemente las venas
la frente , que al ver una llamada del cansino de turno justo en el
momento de la siesta?, ya te respondo yo no, no lo hay. Otro clásico
follonero de éste apartado es el muchacho amante del motor que se
tira una hora dando vueltas a la manzana a todo puño, aunque al
referirse de esta persona ciertos autores hagan alusión a el con
términos como: “tonto el pijo”, “hijo de siete leches..”
Otro idílico escenario
para exponer el modus opranti de esta persona son los bares. Aquí
algún adelantao, estará pensado ya en los borrachos y demás, pues
nunca más lejos de la realidad, si es verdad que las bebidas
espirituosas le dan potencia y vigorosidad en su misión, pero cuando
uno es follonero de pro no necesita de estos líquidos para
desempeñar su misión. Ver a alguien que apenas se conoce sentado en
una terraza y sentarte con él a contarle tu vida...
Como tampoco es menester
hacer una tesina del tema, solo expondré un supuesto más. Aunque
más que un escenario en sí, es una persona como concepto quien
cierra mi exposición. Él no es otro que el inigualable “listo”.
Este personajillo tiene la habilidad de la sabiduría absoluta: no
hay ciudad en la que no haya estado, ni enfermedad que no haya
sufrido, no se conoce rama de la ciencia que no domine, ni canción
de la cual no se sepa toda la historia que hay detrás. Pero claro la
solidaridad envuelve a este ser tan perfecto que tiene que compartir
su gracia con el resto, es por ello que no te deja tranquilo con
datos y más datos. su gracia con el resto, es por ello que no te
deja tranquilo con datos y mas datos.
Bueno como conclusión
final, decir que hay que comportarse con mesura y habrá que querer
al follonero porque todos alguna vez somos o hemos sido folloneros.
El consejo de la semana
es : Relajación.
Para concluir dar las gracias a Rocio Rodríguez
Pérez por su colaboración, pese a que por su descomunal maldad no
se lo merezca.
Queridos lectores hacer el favor sugerirme temas que
mi cerebro tampoco está para muchos trotes.