Desde
épocas inmemoriales se conoce el proceso de conservar. Muchos
métodos pero todos con el mismo fin, mantener las cosas en estado
saludable durante un tiempo. Por ser concepto tan sencillo y por
todos conocido, se me hace raro que seamos tan sumamente patosos y no
lo apliquemos con más asiduidad a nuestra vida personal.
Como
seres sociables que somos, desde nuestra más tierna infancia
tendemos a relacionarnos con los demás y entablar amistad. Sin lugar
a duda uno de los pilares básicos en nuestra vida son los amigos:
compañeros de alegrías y tristezas y cómplices de fechorías, con
los que vamos creciendo. Pero la vida nos presenta muchos requiebros
y nuestras circunstancias cambian, los estudios, el trabajo, los
novios... la cosa es que de repente y sin darte cuenta te encuentras
en un lugar totalmente diferente con amistades totalmente diferentes.
Nuestros
primeros grupos de colegas suelen estar formados por compañeros de
clase, vecinos, etc. Tal vez la afinidad con ellos sea mínima pero
la imperiosa necesidad del ser humano de vivir en soledad y la
cercanía de estos, lo confabula de tal manera para constituir
nuestras primeras amistades. Cada vez nos hacemos más selectivos y
buscamos personas con cierta afinidad con lo que en nuestra lista de
amigos se van sustituyendo unos por otros. Sin darnos cuenta los años
han pasado y sin apenas darnos cuenta hemos constituido nuestros
amigos de verdad.
Cambios
y más cambios así es nuestra vida, cambiamos de chaqueta, cambiamos
de coche, cambiamos de amigos. Pero una pregunta me llega a la cabeza
¿si he cambiado de ciudad, y me junto con otras personas, los amigos
de mi antigua ciudad siguen siendo amigos míos?
Los
amigos se fortalecen con el contacto, pero no por cambiar de ciudad
los perdemos. Se pierden con egoísmo y desidia. Por suerte la
tecnología de hoy en día nos permite fácilmente estar en contacto
con quien queramos. Con lo que si perdemos el contacto con alguien y
la relación se enfría de tal manera que pasamos de ser amigos del
alma a simples conocidos, la culpa es solo nuestra.
La
amistad es como una hortaliza a la que cultivar, darle los cuidados
precisos para que madure, pero amigo si lo que buscas es que ésta
perdure en el tiempo lo que tendrás que hacer es una conserva con
ella. Por eso esfuérzate y conserva tus amistades. No hay nada más
bonito que un compinche de toda la vida que sigue siendo colega a
pesar del tiempo y la distancia. Una llamada, un mensaje gestos tan
pequeños que por un lado alegraran al receptor, y por otro tú mismo
te debes sentir orgulloso al cultivar la amistad. Se suele decir
decir muchas veces: “el mismo trabajo es que lo llame yo a el, que
el a mí”. Zangalitrones, no me sean tercos y pongan escusas de
perogrullo.
El
consejo para esta semana es : Paciencia.
Y
al igual que en otras semanas dar las gracias a Rocio Rodríguez
Pérez por su colaboración e invitar a todo aquel que tenga un tema
en mente y quiera que se destroce aquí, que me lo haga saber.
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