Diversos son los errores que se comenten con la educación de los niños, pero un precepto que se suele llevar de manera correcta es el sueño de los infantes. Normalmente los padres tienen especial cuidado en que sus hijos “duerman sus horas” para poder al día siguiente rendir como dios manda. Muchos pedagogos, intrépidos ellos, dicen que las costumbres que se adquieren con la infancia son difíciles de abandonar de ahí que sea vital que acostumbres a los niños de pequeños en post del bien. Pues yo tengo algo que decir:“¡¡¡Miau!!!”. Y no quiero decir que hay que dejar a los mozuelos rienda suelta para que hagan lo que les plazca, lo que deseo es expresar mi disconformidad con esa afirmación, ya la mayoría de los adultos que yo conozco tienen costumbres respecto al sueño bastantes cuestionables (no me tengo que ir muy lejos para observarlo).
Llevamos un ritmo
frenético, queremos hacer veinte mil cosas al día y claro está, no
vas a reducir la lista de tareas, reduces las horas de sueño. ¡Mal!
Ese no es el camino, si no se puede hacer todo no se hace pero dormir
hay que dormir, que con el paso del tiempo la persona que duerme bien
se nota.
Algún que otro más
gandul que la manta de un guardia, se agarra a mi lírica cual clavo
ardiendo para tener una excusa sobre su pereza, y no mal
interpretarme al igual que se les dice a los niños tienes que dormir
“tus horas”... y no, no me vale que tus horas de sueño normales
sean 16.
El sueño dice mucho de
nosotros, nos muestra nuestros miedos más profundos y saca a relucir
nuestras preocupaciones provocando a veces insomnio pero tampoco va a
ser todo como este blog (perfecto).
Como conclusión: no me estés de luminaria permanente.
Como conclusión: no me estés de luminaria permanente.
Consejo de la semana:
¿Pesambres? las justas.
Agradecer su colaboración a Rocío Rodríguez Pérez. Hasta el próximo martes
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