En estas épocas de consumismo desmesurado y compulsivo falso
recuerdo, las compras se disparan y los señores tenderos en muchos casos, ojo
avizor ellos, intentan sacarle partido a nuestra ingenuidad.
Los supermercados no están hechos para personas de unidades
familiares reducidas, claro una familia de 14 miembros si les puede ser
rentable llevarse tres garrafas de 10 litros de aceite para que solo le cobren
dos, pero cuando la familia es reducida o prácticamente nula lo mismo no
conviene del todo dejarnos llevar por el cartel rojo que dicta
"oferta", pero claro es muy fácil decirlo, la carne es débil, así que
nada 30 litros de aceite almacenados en la despensa. Las ofertas son como la
comida sobrante en un plato, que nos da lástima cual gatete sin cobijo y al
final nos las llevamos.
Si las ofertas están muy bien y en muchos casos suponen un
ahorro de la leche, pero tampoco es menester guiarnos por ellas siempre, que a
veces te convendrán y te harán falta y otras veces no.
Una cosa que me ha llamado siempre la atención de las ofertas
son aquellos precios acabados en 99 céntimos, dado que de naturaleza somos
vagos y de pensar lo justo para no morir, solo nos quedamos con la primera
cifra del precio, y cuando vas a pagar, te percatas que no era tan idílico el
producto.
Como conclusión final, no sed tontos y guiados por la
sensatez en todo momento.
Cuidado con las estufas.
Durante esta semana os animo a proponer a los precandidatos a
sensatos de año
Dar las gracias a Rocío Rodríguez Pérez por la corrección. No
sed tontos y proponed algún tema vosotros también. Nos vemos el próximo martes.
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